Miguel Lozano, santafesino oriundo de Avellaneda, reside en Zaragoza desde marzo de 2003. A los 32 años y encontrándose a gusto en tierras españolas, relata: “El sentimiento de pertenencia está repartido entre los dos continentes”.
“’Un domingo de abril tomé coraje, y me marché dejando mi mejor traje…’ cantaba en los 80 Roque Narvaja. Es una de esas canciones que escucho repetidas veces, porque la música me funciona como nexo con recortes de mi pasado, y ésta me trae muchas imágenes de la infancia.
La vida de una persona está jalonada por aciertos y desaciertos, decisiones y elecciones… todas tienen un denominador común: la voluntad.
Esta etapa de mi vida comienza muy cerca del final del secundario, cuando supe que quería ser diseñador gráfico y el primer vuelo solo me llevó desde Avellaneda hasta Córdoba, donde pasé cinco años maravillosos.
Los tristes hechos del colapso argentino de 2001, sumados a la creciente incertidumbre por mejorar mi situación laboral que por entonces se trataba de una pasantía de tiempo completo en la misma universidad donde estudiaba, despertaron un vago sueño de conocer Europa. Me resistía a la idea de abandonar el país; tal vez la angustia de ver la situación alejándose detrás me impedía tomar la decisión. Dos años más tarde, apretando el puño que sostenía mi mochila subí al avión que me trajo a este lado del océano. Todavía recuerdo el aire frío en la cara cuando bajé por la escalera, la mañana del 13 de marzo de 2003”.
El entusiasmo y la empatía
“Llegué con ilusiones, nervios y ganas de volver a empezar. Era consciente de que tenía que ganarme mi lugar en una sociedad relativamente distinta a la que me vio crecer. Si hay una cosa que tuviese que nombrar como mi gran preocupación, esa sería la idea de sentirme rechazado por ser de otro país. Afortunadamente el entorno del que comencé a formar parte me aceptó de la mejor manera y eso fue determinante al menos durante los dos primeros años en los que el desarraigo no me afectó lo suficiente como para emprender el regreso”.
Un presente con menos obstáculos
“Actualmente disfruto y valoro el privilegio de hacer lo que me gusta, y poder vivir de ello. La fotografía es un oficio que aprendí a querer desde que tengo 12 años por influencia de mi viejo. Esto permite desarrollarme profesionalmente en un país donde algunas cosas parecen funcionar con menos obstáculos que en Argentina, donde el acceso a las comunicaciones hace que me sienta más cerca de casa, de la familia y de los amigos. Por momentos pienso en el tiempo que llevo viviendo en España e inevitablemente hago un repaso de todas las personas que pude conocer, los amigos acá, los que me esperan en Argentina, y llego a la conclusión de que el sentimiento de pertenencia está repartido entre los dos continentes. Hoy por hoy me resultaría complicado hacerme a la idea de volver a cambiar mi entorno en el corto plazo.
Me gustaría establecerme de manera independiente aunque la idea no está del todo clara, podría ser montando un estudio en Córdoba, o podría ser acá… es un dilema que de momento no me preocupa demasiado, porque me mantengo ocupado recordando que es saludable disfrutar de las pequeñas felicidades que regala el presente, y en este punto vuelvo a la canción de Narvaja… ‘Yo quería ser mayor, y además ser un niño enamorado’…”
¿El mismo idioma?
“Atorrante en lugar de chulo, piola en lugar de listo, tilingo en lugar de vago, prolijo en lugar de apañado, cheto en lugar de guapo, busarda en lugar de tripa, morfar en lugar de comer, vos en lugar de tu, y unos cuantos que ahora se me escapan; deberían venir impresos en una guía rápida de cómo hablar en gallego y ser entendido sin morir en el intento. Y no te estoy poniendo los complicados como: molar, flipar, jalar, trastear, cocer, entre otros.
Términos a los que debí acostumbrarme si quería entender a mis amigos, porque claro, el humor gallego del que yo tenía firmes sospechas de ineficacia, me sorprendió gratamente por su riqueza y variedad.
Pienso que más allá del significado particular de algunas palabras, lo que nos identifica y nos diferencia de otros países son los códigos de comunicación y la complicidad que guarda su comprensión. Me ha pasado repetidas veces que algún chiste que podría funcionar perfectamente en mis paisanos, pierde toda su gracia si se lo cuento a un español… y no entraré en la cuestión relativa a mis destrezas como chistoso, que lamentablemente son escasas…
Al argentino se lo admira por su facilidad de palabras, por su capacidad de improvisación, tiene una reputación de emprendedor y por si fuera poco, también es catalogado como un espécimen social inteligente… ¡Creer o reventar!
Te imaginás a un madrileño diciendo: ‘Qué hacés rulo, está copada tu remera del Che’…”.
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Mi nombre es Fernando y soy de Buenos Aires, actualmente resido en Fuengirola (Málaga). Me dedico al diseño y desarrollo web, aunque mi vida ha tenido varios vaivenes. Soy veterinario recibido en la UBA, y he dedicado gran parte de mi vida a la venta de pinturas industriales.
Desde 2014 ayudo a los argentinos que quieren vivir en el exterior a través de la página de facebook ARGENTINOS POR EMIGRAR. Pero a partir del 2018, me dedico a ayudarlos desde este blog. Con el blog, intento contar mis experiencias y a alentarlos a que lo que un cambio de vida supone: libertad. Por eso me encanta facilitar este camino a otros.
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